El vino rosado, aunque no tan consumido como el vino tinto o el blanco, es una bebida cada vez más popular. En algunos países europeos se empieza a beber en cuanto los rayos de verano empiezan a alumbrar.
La materia prima para la elaboración de vinos rosados son las uvas tintas. Las uvas son recolectadas en su punto optimo de maduración, ya sea a mano o máquina. Algunas de las zonas más famosas en la elaboración de vinos rosados son Navarra o Provence (Francia).
Una vez recolectadas, las uvas pasan a las tolvas. Muchas veces tienen cintas correderas donde se hace una selección de uvas y todo lo que no se desea se descarta.
La despalilladora se encarga de separar los escobajos de la uva.
Después de estrujar las uvas tintas, estas pasarán a un proceso de maceración en frío (14/15°) donde el mosto adquirirá su color característico. Este proceso suele durar de 12 a 24 horas.
El siguiente paso es prensar, donde obtendremos un mosto de color rosado.
A continuación, el mosto pasará a depósitos de acero inoxidable, donde fermentará de forma muy parecida a los vinos blancos. Este proceso puede durar entre 2 y 4 semanas.
Prácticamente todos los vinos rosados -hay una minoría que se reservan en barricas- son para consumir el mismo año. Después de la fermentación, se embotella y el vino está listo para ser consumido.
Los vinos rosados se disfrutan más fríos. Enfría tu vino rosado favorito a una temperatura de entre 8/12° y usa una copa de vino blanco. Mis favoritas son las copas modelo Riesling de Riedel.
Como todo en esta vida, siempre hay excepciones. Podemos encontrar algunos vinos rosados envejecidos en barrica, pero son muy pocos. La mayoría están pensados para tomarlos en seguida, conservando toda su frescura y acidez.
¡No te olvides de los vinos rosados, sobre todo cuando las temperaturas suben!